viernes, 4 de diciembre de 2009

Abbas y el gato.

Había una vez un hombre llamado Abbas Farhid, matemático de profesión, graduado de la Universidad Real de Dubai. Desempleado por más de tres años, viviendo con su abuela Anjum, quien tenía una extraña fascinación por los gatos, sobrevivían con el poco dinero que obtenía haciendo trabajos temporales como mensajero.



Una tarde, mientras Abbas alimentaba a los gatos de su abuela en el jardín de su humilde casa, el más viejo de los gatos, un gato persa llamado Moyut, le habló, - Abbas, Abbas, escúchame-. Abbas no podía creer lo que estaba sucediendo, atónito y asustado, pensó haberse vuelto loco, -Esto no puede estar pasando, al fin me he vuelto loco-, repitió una y otra vez mientras el viejo gato persa le hablaba, -Abbas, escúchame, soy Moyut, gran Jádir de la esperanza y la voluntad, escúchame, pues tengo algo importante que decirte-.


-Tu desesperación por encontrarte en éstas circunstancias me ha alentado a mostrarme ante ti, no tengas miedo, solo fé -, Abbas se sentó asustado y pálido a escuchar lo que el gato tenía que decirle.



-Soy yo el gran Jádir, habitando el cuerpo de éste viejo gato, bajo la eterna encomienda de cuidar del linaje del último gran sultán…y eres tú el último eslabón en la cadena, así que he de cuidar de ti- dijo Moyut. Abbas, incrédulo, escuchó. –Has de dejarlo todo si quieres cambiar tu vida Abbas, déjalo todo atrás- , -Y mi abuela Anjum, ¿qué será de ella?- respondió Abbas. – Tu abuela tiene otra encomienda, he sido yo quien se lo ha pedido y mientras hablábamos, ella se ha marchado-



-Habrás de encontrarme junto a la ribera del río en tres noches, sin chistar, sin falta- y Moyut desapareció.



En el día señalado Abbas se encontró con el Jádir, quien le dijo, -Quítate las ropas y arrójate al río. Quizás alguien te salvará.-



Abbas lo hizo sin hesitar, aunque se preguntaba si se había vuelto loco. Puesto que sabía nadar no se hundió, pero fue arrastrado por las aguas largamente antes de que un pescador lo hiciera subir a su bote y le dijera, -Hombre loco, la corriente es muy fuerte, ¿qué estás tratando de hacer?- Abbas respondió, -Realmente no lo sé.



-Estás loco -dijo el pescador ,- pero te llevaré a mi cabaña junto al río, y veremos qué puedo hacer por ti.-



Cuando el pescador descubrió que Abbas hablaba bien, aprendió de él a leer y a escribir. En cambio le dio alimento y un lugar donde habitar. Abbas ayudaba al pescador en su trabajo. Después de unos pocos meses el Jádir volvió a aparecer, esta vez al pie de la cama de Abbas, y le dijo, -Levántate y deja a este pescador. Ya veremos qué se hace contigo.-



Abbas salió inmediatamente de la cabaña, se vistió como pescador y vagabundeó hasta llegar a una carretera. Cuando se hizo el día vio a un agricultor en un burro en su camino hacia el mercado.



-¿Buscas trabajo? -le preguntó el agricultor-, porque necesito a un hombre que me ayude para traer de vuelta algunas compras que debo hacer.



Abbas lo siguió. Trabajó para el agricultor durante casi dos años, tiempo en el cual aprendió bastante sobre agricultura, pero sobre ninguna otra cosa. Un atardecer, mientras estaba limpiando algodón, se le apareció el Jádir y le dijo, -Deja este trabajo, ve a la ciudad de Mosul y usa los ahorros para convertirte en un mercader de pieles.-



Abbas obedeció. En Mosul se hizo conocido como mercader de pieles y no volvió a ver al Jádir durante tres años. Había ahorrado una suma considerable de dinero y estaba pensando en comprar una casa, cuando el Jádir volvió a aparecer y le dijo –Dale tu dinero al mendigo que afuera se encuentra. Vete de esta ciudad. Ve tan lejos como Samarkanda, y trabaja allí como almacenero.



Abbas lo hizo. En realidad empezó a mostrar signos bastante ciertos de iluminación. Curaba a los enfermos, ayudaba en las cuentas de los mercaderes, no le daba importancia al dinero, servía a sus conciudadanos y durante su tiempo libre notaba que los misterios se iban profundizando en él cada vez más acentuadamente. Filósofos, hombres de negocios, lo visitaban y le preguntaban:



-¿Con quién estudiaste?-



-Es difícil decirlo -contestaba Abbas.



Sus discípulos le preguntaban:


-¿Cómo empezaste tu carrera?-



Él decía,-¿Carrera?, yo soy matemático, nunca imaginé hacer tantas cosas…tan distintas a las matemáticas, pero un día, simplemente abandoné todo.-



-¿Y lo abandonaste todo para dedicarte a trabajar en un almacén?-



-No. Simplemente lo abandoné, aunque aún en éste día ignoro la razón –decía Abbas.



La noche siguiente, el Jádir apareció de nuevo frente a Abbas. –Debes irte Abbas, continuar con tu camino-, le dijo. -Cuando llegues a la cañada, enciende antorchas a lo largo del borde y espera, solo espera.-



Abbas hizo tal y como el Jádir le ordenó, encendió antorchas al borde del precipicio y aguardó, paciente, hasta caer dormido. Al caer la penumbra de la noche, el sonido de un carruaje lo despertó de golpe, una carroza se dirigía velozmente hacia el desfiladero, pero al ver las antorchas encendidas que Abbas había colocado, logró girar a tiempo y evitar así caer.



En el carruaje viajaba Al Samudi, gran Jeque de Dubai, quien al descender del carruaje preguntó, -¿Quién ha sido al que encendió éstas antorchas?- Abbas se presentó ante el Jeque, -Fui yo señor mío-, El Jeque, agradecido con Abbas por haber salvado su vida, le ofreció escolta hasta el gran palacio, Abbas…aceptó.



Tras haber ofrecido una cena en gratitud por haber salvado su vida, el gran Jeque le preguntó a Abbas – ¿A qué te dedicas Abbas Farhid?-, - Por ahora…a nada señor, he hecho muchas cosas, mas ahora no sé que será de mí-.



-Necesito de alguien que sea mi consejero Abbas, necesito de alguien sabio, pero que además de tener sabiduría, sea capaz de aconsejar en las tareas del campo, que conozca las técnicas para trabajar las pieles y hacer armaduras para la guardia, que asesore en las tareas de pesca y a quien no le pese dar dinero al desvalido. Que sepa organizar los almacenes reales y que sobre todo, conozca los números y ayude con ellos a la administración de nuestros recursos-, Abbas, emocionado dijo, - Yo soy su hombre mi gran señor, a lo largo de mi caminar, he aprendido todas y cada una de las habilidades que usted necesita de mí-, El Jeque, emocionadamente, lo nombró en el instante consejero real.



Abbas preguntó al monarca, -Disculpe gran señor, ¿pero qué fue del antiguo consejero?, todos en el pueblo sabían que era un hombre muy sabio y muy capaz-, El monarca respondió,- Era un hombre sabio ciertamente, pero muy viejo, inexplicablemente, en el camino de vuelta se encontró con una mujer, casi tan vieja como él, la mujer y mi hasta entonces consejero se habían conocido en su juventud, alguna vez estuvieron enamorados y sin titubear, decidió dejarlo todo e irse lejos con ella, querían pasar sus últimos días juntos, como alguna vez se lo prometieron el uno al otro.-



-Vaya historia de amor- susurró Abbas sintiendo una extraña calma en su corazón. El gran Jeque dijo antes de retirarse a sus aposentos,- Una historia digna de ser escrita ciertamente Abbas, la historia de Alad el consejero y su eterno amor…Anjum.-

1 comentario:

  1. Éste es un cuento que escribí para un amigo, Carlos León, tiene 9 años...y apesar de ser tan jóven, me ha enseñado tanto de la vida.

    Gracias Carlitos, no puedo darte cabello...pero puedo darte una historia.

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